Tras el éxito de la primera edición, Navalcarnero inicia este viernes, 26 de enero, el II Festival de Teatro de Humor, con precios adaptados a todos los bolsillos (15 euros el abono para cuatro funciones y 5 euros la entrada a individual a cada obra).
El encuentro tendrá lugar cada viernes a las 20.00h. en el Teatro Centro. El Festival, que está patrocinado por el Ayuntamiento de Navalcarnero en colaboración con el grupo de Teatro Telón Negro, comienza este 2 de febrero con la obra Histerias de amor y humor, de la compañía Athenea Teatro.
La obra, con una duración aproximada de 75, recoge un conjunto de historias, todas ellas en tono cómico, donde se tratan diferentes temas de la vida cotidiana. La vida en pareja, nuestros deseos para con los hijos, las infidelidades de hecho y de pensamiento y hasta las pequeñas cosas que nos pueden proporcionar felicidad en determinados momentos de nuestra vida son el hilo conductor.
El viernes, 9 de febrero, llegará al escenario Senectute, de Druida Teatro, una obra de teatro gestual en el que se cuentan las alocadas y tiernas aventuras de un grupo de ancianos en una residencia férreamente dirigida por cuatro religiosas.
El viernes, 16 de febrero es el turno de Miguelón, el hombre de Atapuerca de la compañía El Duende de Lerma, una obra desternillante e intuitiva sobre el modo en que se relacionan los hombres y las mujeres y mantiene a ambos sexos partiéndose de risa mientras se reconocen en las diferentes situaciones de la obra.
El Festival cerrará el viernes, 23 de febrero con la obra Estrenados, de Teatro Arcón de Olid. En ella nos cuentan como un director de teatro se mete en problemas económicos con la mafia rusa en el transcurso de una partida de póker. La deuda contraída le obliga a reunir a su antigua compañía, con los que no guarda buena relación y a la que hace diez años que no ve, para montar un espectáculo por todo lo alto y así conseguir el dinero suficiente para terminar con sus problemas. Unos actores invitados un tanto especiales, y un elenco
venido a menos, harán del espectáculo un bochorno sin precedentes. Pero al público le gusta, y el director se sale con la suya. O casi.